Tu y yo
Acerca de ti: demasiado bajita, demasiado gordita y demasiado tontita. Mírate lo fea que eres, y con ese vestido tan deslucido que no hace más que acentuar tu redonda figura. ¿Adonde vas con esa pinta? Podrías maquillarte con algo más de ganas y no dejar a la suerte el que se te vea tan bien. ¿Qué más puedo decirte que tú no sepas ya? No has querido estudiar, no has querido aprender un oficio y... ni siquiera sabes cómo ocuparte de la casa.
¿Crees acaso que todo va a caer del cielo? Tienes que entender que el mundo sigue y sigue y no te espera, hija mía. Diculpa la confidencialidad, pero eres tan joven que me enterneces. Lo que quiero que comprendas es que mirándote al espejo todo el día, no lograrás nada. Tienes que actuar, moverte, ir a buscar lo que deseas y no estar esperando a que llegue... a lo mejor no llega nunca ¿o sí?
No me lo puedo creer. Estoy hablándome y, ¡además me escucho! y .. entre una cosa y la otra... no hago nada.
Como siempre.
Me quedo aquí, sentada, mirando al espejo y viendo lo bajita que soy, lo gordita que soy y lo tontita que soy.
¿Qué más puedo decir acerca de mi?
Sí, me olvidé decir lo fea que soy.
Soñar
Se despertó, después de todo, no estaba perdido lo más importante.
"Sí, la cabeza está en su lugar."
No estaba seguro de si las piernas allá abajo, se moverían al ser impulsadas.
"Mejor reconocer la totalidad antes de emprender acciones individuales," se dijo.
Comenzó la inspección de su cuerpo aferrándose a la idea de que todavía éste,existía.
Los ojos trataban de mirar a través de los párpados que insistentemente se movían arriba y abajo.
No distinguió nada.
"Posiblemente es de noche", pensó.
Entances movió una mano, el brazo la acompañó para tocar la otra mano.
Sintió cómo la espalda se doblaba hacia lo que creyó, el adelante, pero no lo suficiente como para alcanzar las extremidades. Algo lo estaba impidiendo. Lo intentó nuevamente. Sintió en la frente un golpe. Era madera, y de la dura. Con los brazos trató de empujar el impedimento, pero sus fuerzas no querían responderle y se sentía débil.
Advirtió cómo sus rodillas trataban de doblarse. Ellas también chocaron con algo duro. Se extendieron inmediatamente.
No entendía muy bien donde se encontraba y menos todavía qué estaba haciendo allí y porqué.
Con las manos comenzó a recorrer las superficies que le rodeaban.
Indudablemente era un recinto pequeño.
"¿El sotano de una cabaña, quizás?"
Recordó que de pequeño veraneaba en el Tirol y allí había estado los meses de verano, en un acogedor chalet de madera, "madera como ésta", pensó, pero el sotano era algo más grande... sería porqué él era pequeño entonces, se autoconvenció.
"Indudablemente el olor es el mismo... pino estacionado".
Quiso girar sobre un costado, su hombro le indicó que no era posible tal movimiento.
Se acomodó nuevamente y con calma pensó que, si permanecería quietecito, podría descansar y soñar con tiempos pasados, que siempre traían bellos recuerdos, sensaciones olvidades, alegrías inesperadas que siempre le habían conmovido.
Respiró profundamentrey se durmió para siempre.
La Juani
Estaba la Juani sentada al borde del sofá.
Estaba la Juani pensativa y triste.
Estaba la Juani concentrada en su vida.
Estaba la Juani mirando hacia el vacío.
Estaba la Juani con ojos inmóviles.
Estaba la Juani mirando el revolver.
Estaba la Juani con el arma en la boca.
¿Estaba la Juani?
Llega el verano
Ayer saqué a pasear a mis piernas.
Era la primera vez que me ponía la falda en esta estación del año.
Estaban desnudas, solitarias e inmóviles, veía que no sabían qué hacer, si se separaban y una adelantaba a la otra ésta se sentiría sola. Juntas era como si estuvieran arropadas y el sol las vería como una sola y ya no las calentaría tanto. Es que el sentir el aire recorrer la piel era una sensación extraña, como si no fuese suya, como si la piel perteneciera a otro cuerpo.
Estos miembros míos... ¡qué tímidos son!
Ahí van ahora con toda agilidad disfrutando de la libertad que el movimiento les imprime.
El roce con una hoja recién nacida... el manto peludo de un perro juguetón... unos mosquitos atrevidos y la libertad, sobre todo la libertad. El no estar enfundadas día y noche, por un lado en esos horribles pantalones gruesos y por otro en esos pijamas invernales.
En fin, se sentían hasta atrevidas, desde la silla se balanceaban arriba y abajo, cada vez más alto hasta casi hacer caer del asiento a la dueña, o sea yo.
Me recompuse y pensé que mejor serían unos shorts a una falda, pero la edad no perdona y con esa piel más grande de lo que mi cuerpo necesita, colgando por todas partes, no sería estéticamente adecuado.
Mi cerebro comenzó a protestar ¿eran más importantes las sensaciones de mis piernas o lo que él pensara? Le dije tranquilamente que por una vez éstas eran libres, que las dejara disfrutar.
No fui comprendida, el cerebro quería imponer sus razones que eran las de no hacer absolutamente nada, pero mis piernas necesitaban moverse.
Esta era una veraddera crisis de poder. O mi cerebro o mis piernas. Ellas querían sentir, disfrutar y no quedarse estáticas, quietecitas. Qué bonito sería sentir las pequeñas olas de la orilla del mar acariciando suavemente estos miembros míos, pero no, el cerebro no quería dar la orden de moverse y al fin lo único que logré fue terminar con el sueño y hacer arrancar la silla de ruedas para regresar a casa.
ESTAR
Horror
No encontró la llave; el picaporte se resistía, empujó con el hombro, pegó una patada y nada.
Tomó carrerilla y con el paraguero bien firme arremetió contra la madera, que por fin cedió.
El interior apareció repentinamente: desordenado y caótico; no podía fijar la mirada en algo concreto, tal era la confusión que reinaba. ¿Y así había quedado el apartamento?
¿Adonde estaba Tron? Rebuscó entre la tapicería rota, las plumas de los almohadones, las hojas de los periódicos destrozados...
¿Qué podría haber pasado? No debía haberlo dejado solo, habría que haberlo vigilado. Los gatos negros traen mala suerte, decían.
La llamada de uno de los vecinos acusando del ruido, lo puso en camino rápidamente.
Nervioso llegó al dormitorio y la misma escena: todo revuelto y trastocado.
Se asomó debajo de la cama y unas uñas afiladas acompañadas por un bufido trataban de acercarse a su cara. "Tron, cálmate, soy yo" Alargó la mano y tocó algo viscoso, la retiró súbitamente y con horror vio que era sangre. "Tron, bonito, ¿te has hecho daño?" El gatito seguía bufando, por lo que trató de correr la cama para ver si así podía alcanzarlo.
Primero apareció una mano, luego un brazo y finalmente el cuerpo casi descuartizado de una joven mujer. Trozos de carne sanguinolenta, huesos quebrados y un rostro perfecto de una adolescente. Y el gato sin aparecer, seguía escondido, no podía verle, sólo los gruñidos. De pronto una bola peluda y blanca salió corriendo. ¡Ese no era Tron!
Sorprendido se levantó y, mirando a su alrededor con un poco mas de detenimiento dijo en voz alta: "Esta vez sí que me equivoqué de puerta!"
Feliz cumpleaños
... Y pensar que fue ayer...
No tan ayer, hace bastante tiempo, yo diría que casi un siglo había transcurrido desde ese día en que por fin le conocimos. Tanto hablar de él sin ni siquiera haberlo visto nunca.
...¡Qué tiempos aquellos!...
El sol resplandecía intenso y avasallante sobre nosotros, la brisa del mar se enredaba entre los cabellos, el salitre empapaba nuestro cuerpo y eramos felices.
...Y parecía mentira...
Fuimos directamente a casa él estaba esperándonos.
Nunca olvidaré ese primer momento en que le vimos. Parecía tan indefenso, tan pequeño, tan desamparado y desvalido. Tenía ganas de tocarlo, pero no me atrevía.
...¡La vida era bella!
Celebrábamos siempre ese primer encuentro.
Las risas y la alegría inundaban la casa y el jardín.
Corriamos arriba y abajo como niños traviesos esperando no ser descubiertos.
...Y creíamos en la felicidad...
Te vimos crecer, te vimos vivir, te vimos sufrir.
Compartimos tantos momentos gratos que no sé realmente cómo hubiese sido nuestra vida sin ti.
...¡Fuiste nuestro júbilo!
Hoy cantaremos nuevamente el "Cumpleaños feliz" como siempre lo hemos hecho desde hace veinte años. Aunque esta vez u no estés presente.
... Y Sultán se había ido para siempre...