RECUERDOS

by Lui Antonioli at/on sábado, abril 18, 2009
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RECUERDOS
“Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que una mirada intensa y profunda se fijó en mis ojos, y menos todavía la última vez que yo miré así. No me había dado cuenta antes, pero ayer viendo una película en la televisión y observando cómo se miraban los dos personajes de la película, me hizo reflexionar sobre ese hecho. Se les veía tan compenetrados, tan inmersos, el uno en la mirada del otro, que me estremeció. Al terminar la proyección todavía retenía esas miradas en mi mente y me puse a llorar. Extrañaba el no poder entregar todo mi ser a alguien, el no tener destinatario para mi mirada y el no tener otros dos ojos que la recibieran comprendiendo el significado. ¿Cuántos años pasaron? El último fue un lejano día en que, sin mediar palabra alguna, te despediste. Lo entendí enseguida y te la devolví agradeciendo el gesto. Sé que fue un segundo, pero lo conservo como si hubiese sido toda una vida. No fue el primero, sólo fue el último de tantos y tantos encuentros, en donde nuestros ojos hablaban solos y sin mediar sonidos, que muchas veces sobraban. Como en esta película, en la que se podía sentir la intensidad, tocarla casi, y considerarse completamente huérfana y desamparada frente a tanto derroche de sentimientos. Sé con certeza que entre nosotros ya todo acabó, pero siempre me queda la duda, ¿y si nos volviéramos a ver? ¿Sería lo mismo? No, eso nunca, lo acabado está cerrado, y basta. El pasado no regresa jamás, y comenzar como si no hubiese pasado nada... Impensable, sería algo indigno y viciado de entrada. Mejor buscar nuevos horizontes. Tendré que planteármelo seriamente, ya que siempre dejé que las cosas sucedieran por azar, por pura casualidad, y ya se ve cómo me ha ido... sentada en el balcón esperando a que el príncipe azul llame a la puerta.”
Cerró el libro de golpe, estaba verdaderamente harta con tantas tonterías juntas. ¿A quién se le ocurría poner su vida en una mirada? ¿Cómo la gente podía escribir semejantes cosas? No lo entendía, y menos todavía que el libro fuese super ventas... Eso le pasaba por comprar los promocionados a bombo y platillo; aunque ya había aprendido, no caería otra vez.
Se cambió y salió a la calle, sin rumbo fijo, sin meta alguna, sólo quería respirar un poco de aire fresco. Miraba los escaparates sin interesarse por nada en concreto. Unos chiquillos jugaban en el pequeño jardín que, entre los edificios, daba un poco de color a la acera. El único asiento estaba vacío, se acercó y lo ocupó, complacida por el trozo de sol que iluminaba ese micro cosmos feliz. Las madres y niñeras estaban reunidas en pequeños grupos. Una pelota rodó hasta sus pies, quiso devolverla al niño pero con tan poca fortuna que terminó en la rama de un árbol. El niño la miró con verdadero odio. Ella enrojeció sintiéndose culpable, y levantándose quiso ver si alcanzaba a descolgarla. Ayudada por un palo logró bajarla. La alegría de los niños fue sincera y efusiva y regresaron a su juego. Del odio no había ni la sombra.
Una niña, pequeñita, casi invisible, se acercó y con voz imperceptible le susurró muy despacito: -¿tu a mi me quieres?
Desconcertada, no supo qué decir, sólo la tomó en sus brazos y le dio un beso. La madre, desde la distancia, le sonrió y asintió agradeciendo al acto de afecto. Ese cuerpecillo chiquito, el perfume a niño recién bañado y esas tiernas mejillas la emocionaron, de tal manera que no supo cómo desprenderse del abrazo de la pequeña y medio en broma le dijo:
–Vamos, vamos, que ya eres grandecita para arrumacos...
-¿Y tu niño, dónde está?- preguntó entonces la niña, mirándola extrañada.
-Yo no tengo niños.
-Pobrecita. Entonces… ¿con quien juegas?
-Yo no juego con nadie, soy muy mayor para eso.
-Mi mamá y mi papá también son grandes, pero ellos siempre juegan conmigo. ¿Por qué tú no?
-Porque yo estoy sola- respondió de pronto con una voz tan dura que al escucharse se sorprendió. Bajó a la niña del asiento y, con premura, se fue.
De repente había sentido ese hueco en el estómago, un vacío incontrolado que no se supo explicar. Una gran piedra se había alojado en su mochila. Un dolor intenso se extendió por todo el cuerpo convirtiéndolo en un bulto pesado y sin energía. A duras penas llegó a su casa.
Sentada en el sofá, con el teléfono en mano, marcó un número. Esperaba desesperadamente una voz.
LUI


5 comentarios:

Juan dijo...

Lui, la soledad es terrible pero tiene arreglo, nunca hay que perder la esperanza. La meta verdadera es la vida, con todos sus matices. Buen relato.

Javier dijo...

LUI, SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS.
Un beso
Javier

PILARA dijo...

En una mirada caben muchas cosas: amor, odio, ilusión, tristeza... una vida, y tú lo has plasmado magníficamente. Felicidades.

Graziela dijo...

Te ha quedado muy bien. Se puede intuir la soledad y el vacio en cada palabra que no está escrita.
Va a tener razón mi hermana, hay que leer tús relatos al menos dos veces. Parece que las musas se han instalado en tú casa, no las dejes escapar.

Cruz dijo...

¡Qué bonito, Lui!La conversación con la niña me encanta, ese "¿con quién juegas tú?" es como un latigazo. Conseguido, ¡bravo!


 
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